jueves, 14 de noviembre de 2013

Glosario de mamis. Por Mami.




Cuando pasás muchas horas en una o varias salas de espera tenés tiempo de observar a las otras madres que están ahí con sus productitos (y a veces con algún marido con cara de estar pasándola mal). Lo que diferencia la sala de espera del pediatra (de cabecera o Especialista) de la de cualquier otro médico es que no te queda otra que interactuar. No tenés chance de enfrascarte en tu libro, ni siquiera de hojear la Caras, jugar al Candy Crush, o  cualquier otra actividad de introspección, porque tenés a cargo un pequeño remolino que no te lo va a permitir por los próximos 20 años.  Además como ya comentamos, parece que un hecho tan común como ser padre, y tan azaroso como tener al mismo pediatra, te convierte en almas gemelas con todos los otros progenitores que están ahí, y TENÉS que charlar. Para quienes no son(mos) sociables por naturaleza esto es un penalazo, pero queda feísimo que alguien te diga “qué linda tu neeeeena ¿cuánto tiene?”y vos no le respondas “y el tuuuuuuyo es un amoooor”; así que te metés de cabeza en toda una sociabilización forzada con la gente del consultorio. Obligás a tu nene a compartir los juguetes y hasta alguna galletita con el hijo de la mina que llegó dos segundos antes que vos y te cagó el turno; lo defendés disimuladamente de los manotazos del delincuente juvenil hijo de la boluda esa que está hablando por teléfono; lo obligás a no pisar a la nena que está allá, etc.
Pero me fui por las ramas, lo que quería comentar es que fruto de toda esa sociabilización obligada y de rejunte, terminás detectando casi a primera vista a qué categoría de madre pertenece cada una. Aquí una corta visita guiada para conocer la fauna autóctona de las salas de espera.

1.     La superada todo bien. Esta madre transmite que está a cargo de la situación. Nunca se pasa 10 minutos buscando la credencial de sus retoños porque siempre sabe exactamente dónde la puso. No tiene lista de preguntas porque se acuerda todo de memoria. No se marea con las explicaciones del pediatra y el chico se porta moderadamente bien. Tiene clarísimos los síntomas y casi siempre le pega, sabe perfectamente contra qué bichos es “La Séxtuple”, y nunca se olvida cuántas gotitas de cada cosa hay que dar para qué y cada cuántas horas.

2.     La superada todo mal. Es lo contrario de la anterior. En este caso la situación la controla a ella. Llega con 2 o 3 pibes con uniforme de colegio privado de la zona, mira alrededor todo el tiempo para asegurarse que no se le perdió uno, grita, se le caen las camperas, le trata de dar a la secretaria la credencial del Colegio de Abogados en lugar de la de OSDE, y en resumen, se nota que le falta la mucama. Generalmente no hay un padre a la vista, pero sabemos que existe porque cuando uno de sus indios la emprende a patadas contra otro sólo atina a chillar “le voy a contar a tu padre”, demostrando que no tiene la menor chance de ejercer un gramo de autoridad. He escuchado especímenes de esta categoría amenazando a sus malcriados hijos con castigos tan demenciales como “te voy a sacar la PS3” (PS es Playstation, aunque suene a vacuna).

3.     La iluminada. En su mundo todo es armonía. Le dio la teta a sus hijos hasta los 3 años, va al homeópata, y siempre tiene una sonrisa beatífica en la cara que te hace pensar que se fumó algo antes de entrar al consultorio. Es frecuente verla sentada en el piso como indio, contándole un cuento a su iluminado hijo y si tenés un poco de suerte, al no iluminado tuyo. Igual no te la cruzás demasiado porque no suele ir en los mismos horarios que vos, que le rogás a la secretaria que por favor, por favor, por favor te dé el último turno e igual llegás con la lengua afuera, el chico sin pañal de repuesto y puteando por el tráfico.

4.     La divina. La odiamos. Es la auténtica mami argentina for export que sólo existe en las revistas de la pelu, y aparentemente en el consultorio de EL, para recordarte que esos 8 kilosque te quedaron del embarazo ya son 10 desde que dejaste de dar la teta y no de entrarle al bizcochuelo con dulce de leche. Por algún misterioso motivo El la atiende media hora mientras que a vos te despacha en 10 minutitos. Ya dije que la odiamos?

5.     La copada buena onda. Es la que todas queremos ser. Es tan simpática que es a la única que la secretaria no la mira con cara de culo cuando llega tarde. Llega y le dá un beso a todo el mundo, convida galletitas, se acuerda el nombre de tu hijo (probablemente porque en la última consulta en la que te la cruzaste te escuchó gritarle “Juan Martín Martinez Lavalle, dejá eso o te revientoooo”). Tampoco nos las bancamos mucho, porque él la recibe con una sonrisa que parece sincera, no como a nosotras que pone cara de “uydiosotravezestaloca” cuando nos vislumbra.

6.     La desquiciada. Es la que en realidad somos la mayoría. Llegás con lo justo, con una mano sostenés al borrego de dos años que patalea en busca de libertad, con la otra cargás la cartera en la que revolvés infructuosamente en busca de la credencial que obviamente quedó en la billetera de tu marido o en la mesita del living (decí que te pasó tantas veces que ya te anotaste el número en el celular), y con la pera le sostenés la cabeza al bebé que tenés colgado en la mochilita; cuando EL te atiende, intentás contener a tu monstruo para que no destruya el consultorio mientras te esforzás por entender qué te está diciendo sobre el próximo estudio que hay que hacerle y te resignás a no acordarte ninguna de las preguntas qué querías hacerle. Generalmente te olvidás algo en el consultorio y te vas con una criatura llorando y la otra a medio vestir porque te dá cosa hacerle esperar a EL mientras vos hacés judo con ella para volver a ponerle las medias.

7.     La perfecta. Impecable. Llega 5 minutos antes de su horario con su hijito rubio sentado muy circunspecto en su cochecito importado sin manchas de galletita; tiene las uñas pintadas del color de moda y la planchita hecha. No necesariamente es linda, pero se le nota el gimnasio. Camina sobre sus plataformas sin riesgo aparente de romperse un tobillo, y su maquillaje está impoluto aunque sean las 7 de la tarde. Obviamente su hijo es el que mejor se porta en todo el consultorio, dice por favor y gracias y no gatea aullando por los pasillos como el tuyo. También la odiamos, pero menos, porque seguro que el psicólogo le va a salir más caro que a vos.

8.     La hecha mierda. Es lo contrario de la anterior. Es la puérpera eterna. Va en calzas y tiene las raíces crecidas. Obviamente sigue pareciendo embarazada. Al pibe lo lleva con piyama con patas aunque tengas 2 años. Tiene permanente cara de cansada. Te deprime un poco, pero te reconcilia con vos misma. Además, EL la atiende menos tiempo que a vos y eso te sube un poco la autoestima.

9.     La hipocondriaca transitiva. Su hijo siempre tiene algo gravísimo. Pide que la atiendan antes aunque llegó última porque pobrecito seguro tiene una eruptiva. Lo llama a EL 48 veces por semana, cada vez que el pobre pibe estornuda, tiene un grano, o un ataque de hipo. También era la embarazada que se leía todo lo que podía salir mal y aprendió en el cuarto mes qué significaba preclampsia. Es la típica calientaconsultorios, porque cuando sale ella y te toca a vos, que estás esperando verlo hace un mes, el buen hombre no quiere más lola y te echa Flit en 3 minutos por más civilizada que vos te hayas entrenado para ser.

10.  La bipolar. Esta saca de quicio al pediatra más zen. Es la que lo llama el domingo a la hora de la siesta porque a su tesorito lo picó una hormiga colorada; pero después lo lleva en el auto sin sillita y a upa de la abuela porque total es acá cerquita. Puede armar un escándalo por la insignificancia más insignificante, pero se le pasa 7 meses la fecha de las vacunas.

11. La que se tomó un Agarompa. En toda sala de espera que se precie hay una de estas. Puede ser porque de verdad se clavó algo, o simplemente porque está más allá del bien, del mal y de las normas de convivencia. Permanece inmutable mirando el horizonte si su hijo se cae, se levanta, pierde un zapato por el camino, vomita en el ascensor, pega, se le caen los mocos, le afana las galletitas al tuyo o le tira de la cola a un rottwailer. La envidiamos y hasta un poco le tememos.

jueves, 13 de junio de 2013

Casting Prenatal. Por EL.



La consulta prenatal de por sí es extraña, ya que ir a ver a un Pediatra sin un bebé, es por lo menos raro. Pero realmente es útil, porque llevar al nuevo integrante de la familia a un médico sólo por referencias del Obstetra, Partera, amiga, o la vecina del 5to B, no es lo más recomendable; porque podés estar  frente al Presidente de la Asociación Mundial de Pediatría, y que sea un groso por todo lo que sabe, pero tal vez te parezca un freezer. O todo lo contrario, te puede tocar Patch Adams. Y en esto de la relación médico-paciente, más allá de pergaminos profesionales, es importantísimo la química, vibra, onda, etc., que se genere; y con el correr de las consultas, la confianza.

Pero en Crianza - y todo el marketing que se ha creado a su alrededor, desde el chupete anatómico para que no se tuerzan los dientes, pasando por los maléficos manuales de crianza (¿los pibes son electrodomésticos?), hasta los colchones para apneas (freak total)-  ha cobrado una envergadura inusitada, la consulta prenatal. Entonces lo importante es: el nivel profesional, la onda, la pilcha, el consultorio, la secretaria, el celular, el mail, las visitas a domicilio, etc., etc. Al punto que creo que más de uno lleva un cuestionario a llenar, para después cargarlo en una planilla de excell, que sacará, mediante una fórmula matemática de varios términos y contemplando todas las variables, quién será finalmente el ELEGIDO.

Existen tantas personalidades como credos, religiones, razas, etnias, etc.; tanto del lado de los pacientes, como de los galenos. Con lo cual el encaje a veces va impecable y en otras hay que usar mas fuerza que maña; es decir, hay que empujar un poquito para que calce.

Años atrás, a mi realmente me incomodaba el casting. Hoy me divierte, ya que la variedad de posibilidades y los roll playings lo vuelven entretenido.

Esta diversidad, me lleva casi sin quererlo, a hacer una enumeración descriptiva:

1.    Los paracaidistas: son los que van a la consulta porque les dijeron que tenían que hacerla, y no tienen ni puta idea, del porque de estar frente al médico. Los recomendó el obstetra, la mamá de la compañerita del sobrino, o te buscaron  en la cartilla  y te eligieron porque les quedabas cerca, porque te confundieron con otro, o porque pueden pronunciar tu apellido.
2.    Los obsesivos: siguiendo su cuestionario (que puede salir de una encuesta de Harvard o de la Para Ti, ya que la obsesividad no está ligada al CONICET únicamente), te bombardean, y van anotando. Creo que después vuelcan el resultado en planillas con puntos y/o colores.
3.    Los cancheros/superados: “nosotros creemos que todo debe ser natural”, “los pibes crecen solos”. Te hacen consultas de igual a igual, casi que esto de la pediatría es una boludez (hasta que en la primera fiebre de la criatura te internan a llamados, mails, whatsapp y te esperan en la puerta de tu casa con el pibe y un termómetro)
4.    Los relajados: “estamos bárbaros”, “ella es una divina, no se queja de nada”, “¿qué te parece el parto sin peridural, acuático, haciendo la vertical”? (a los 4 cms de dilatación lo más probable es que esté tratando de vender a la madre a cambio de una buena dosis de anestesia, y mande al parto acuático a la mierda).
5.     Los incisivos: “¿vos atendés llamados a las 3 AM?”, ¿si necesito que vengas a mi casa, vas a poder en cualquier momento, siempre, aunque sea Nochebuena, Yom Kippur y el cumpleaños de tu hija todo junto?”, “¿sos K o antiK?”. Todo con tono imperativo, obvio.
6.    Padres médicos: lo primero que dicen es “de Pediatría no sabemos nada” (pero igual van a cuestionar cada una de tus recomendaciones, decisiones, apreciaciones y opiniones)
7.    Los pseudo médicos, título otorgado por la experiencia previa. Según ellos la clínica pediátrica se circunscribe al ibuprofeno, salbutamol, betametasona y la amoxicilina. En cuanto a la medicación es posible, pero hay que estudiar un toque (7 años de universidad + 4 de residencia) para saber cómo utilizarlos.

Y así podría esta horas, pero lo más jugoso son las combinaciones. Y pobre el padre, que quiere participar y está medio en bolas en esto de la maternidad/paternidad. Porque obviamente el progenitor no recibe semanalmente los mails de Materna diciendo cuánto mide el bebé y cuántas neuronas tiene y de paso qué cochecito hay que comprarle, con lo cual no tiene demasiada idea de lo que está pasando, salvo que le preste un toque de atención a la mujer cuando lee a viva voz, el newsletter que le llegó (igua no retiene mucho).

1.    Madre en tema – Padre gracioso: la cantidad de caras de culo que le propina ella a él, van increscendo hasta que en algún momento le pone los puntos: “¡Fabián basta!”.
2.    Madre obsesiva dominante – Padre silencioso: ¿sumiso o en un estado de conocimiento del mundo superior? ¿Salame o un genio?, solo el tiempo determinará ante quien estoy. “Pasame el bolso, así el doctor ve los estudios que me hice desde que tengo 6 años y la foto de mi hermano a ver si el nene nos sale igual de chueco”, “Fabián, te dije que el huevito va en el medio ¿ves? ¿ves que yo sabía? No sé ni para qué opinás”, “contale al doctor que tenés el colesterol en 203, y qué no hacés dieta, ni los 150 minutos semanales de actividad física recomendado por el American College of Sport Medicine, eh, dale, contale….contale a ver qué le parece, qué tan buen padre podés ser, contale, contale”, “mi suegra tiene artritis reumatoidea, ¿Qué probabilidad va a tener Juanita de sufrir esta enfermedad HE-RE-DI-TA-RIA?. En mi familia nadie tiene ninguna enfermedad, pero en la de Fabián son todos un desastre”.
3.    Madre divina – Padre salame / mala onda: ella un amor, preguntando todo lo que quiere saber del bebé para llegar lo más tranquila al momento del nacimiento, con un tono y lenguaje super dulce; y el pseudo genio mirando con cara de análisis exhaustivo /desconfianza y sin hablar. Hasta que habla y hace una pregunta mala onda, buscando el pelo en el huevo. “¿Si decís que el huevito va en el medio, qué pasa si te cae un OVNI desde el cielo?”.
4.    Madre experimentada – Padre primerizo: “vinimos a verte porque, Fabián, leyó en Ser Padres Hoy, que el pediatra debe conocer como es la dinámica familiar, y el piensa que venimos a hacer terapia de pareja acá.¿Lo podés creer? Es primerizo, se nota, no? Vos mirá un rato la dinámica familiar así Fabián se queda contento y podemos seguir con la vida” (si Fabián vuelve a la consulta es solamente porque su esposa tenía que ir a una reunión de padres, de los pibes, que no son de él, obvio).

Pobre Fabián, no? Además de ser un salame, lo tienen para el cachetazo.

Bye!




lunes, 13 de mayo de 2013

Pongan los fideos. Por Mami.



Hay personas que compran un mapa (planisferio le decíamos en mi época escolar), y van pintando con colores los países que van conociendo. Otros más vernáculos (y que no quieren problemas con la AFIP) lo hacen con un mapa de Argentina; y también seguramente haya turistas cancheros que les parece de lo más cool venir a Buenos Aires y vivir en un hostel, y hacen lo propio con un mapita de las comunas porteñas bajado de la página de Macri.
Yo, que no puedo ser menos, estoy a punto de adoptar un hobby parecido, pero con la cartilla de OSDE.  Salvo algunas especialidades diabólicas que espero no conocer ni en cien vidas, tengo un arco-iris de Especialistas ya visitados y en muchos casos re-visitados. Neumonólogo?  Dos! Hepatólogo? Uno,  Gastroenterólogo? Dos!, Oftalmólogo, creo que dos también!  Cardiólogo? Tres! Hematólogo? Uno,  y con susto, Otorrino? Dos!  Traumatólogo? Uno, y bastante agreta. Y así puedo seguir pintando especialistas hasta usar todos los colores de la caja de crayones de mi hija (al margen, están seguros que esas cosas no son tóxicas??? Tiene hasta unos horrendos, con brillitos, eso nunca puede ser bueno).
Pero ahora, resulta que parece que tenemos que incorporar un nuevo  Especialista al staff, ya teníamos un médico para casi cada parte del cuerpo y ahora (redoble de tambores), ingresa….El Alergista! Ahora sí, ya estamos todos, pongan los fideos que en un rato comemos.
EL no es muy fana de los alergistas, así que como mi monster tenía los indicadores de no sé cuánto bajos, lo veníamos evitando; pero hace unas semanas me hicieron empezar a darle un antihistamínico y parece que funcionó bastante bien (no sé si es porque es más alérgica de lo que pensábamos o porque como le dá sueño no tiene tiempo de toser a la noche, pero como funciona, ya compré 10 bidones del liquidito ese).  Mi hija, cuando no tiene broncoespasmo, igual siempre mantiene una tos a lo “Bambino Veira” que es como una patada en el oído. Me ha pasado de estar con la criaturita en algún evento, toda emperifollada para la ocasión (ella, no yo, que apenas tengo tiempo de ducharme), e incluso haber logrado que se dejara una hebilla por más de veinte segundos sin arrancarse la mitad de los pelos; y que de golpe mande una de esas toses de fumador veterano que pareciera que de esa tierna boquita de año y medio va a salir un Transformer a toda máquina.
Y ahí la gente me mira mal!!! Pero mal en serio!! Primero con cara de “vos no te dás cuenta que tu hija tiene tuberculosis?” (le hicimos la reacción de Mantoux unas catorce veces, y no, no tiene, no tuvo y si puedo evitarlo no tendrá); después con cara de “podés llevarte a esa bolsa de virus de acá?” y tercero con cara de  “hay que ser mala madre para seguir comiendo sanguchitos de miga como si nada mientras tu hija lanza un pulmón”. Entonces, a esa altura, yo que me hago la que no me importa lo que piensen los demás me pongo toda culposa y empiezo a explicar que la tos es crónica, que no contagia, que no es nada, que ella es feliz igual, que ellos también van a tener que pagarle el psicólogo a sus hijos aunque no tosan,  que si quieren dejo el sanguchito pero la chica va a seguir tosiendo y que perdóoooooooon.

Lo bueno de todo esto es que con el antihistamíco la tos ha mejorado bastante, y por momentos ha desaparecido. Así que allí voy yo, a entregarme a las manos de El Alergista, a explicar toooooodo de nuevo, a luchar para que mientras lo explico la gorda no destroce TAMBIEN el consultorio del alergista, y a hacerle una nueva tanda de estudios, placas, pinchazos, pinchitos y gotitas. Todo sea por poder comerme un sanguchito en paz, y porque mi hija esté sana, sí, claro, eso también.

martes, 19 de marzo de 2013

Comienzo hot. Por Mami.




“Su atención por favor, un pasajero necesita asistencia médica; si se encuentra un médico a bordo, le solicitamos contactarse con el personal de cabina”. 
Así empezaron mis vacaciones.
El pasajero que necesitaba asistencia médica a la 4 de la mañana y en pleno vuelo era, por supuesto, mi hija, que paradójicamente, vo-la-ba de fiebre que el antitérmico no lograba bajar.
Detengámonos un minuto en la parte en la que le estábamos dando Paracetamol y no Ibuprofeno, porque mi marido juraba que “en la mochila no está, no estaaaa, te lo olvidasteeee”. Y como yo no me podía mover, atrapada debajo de la beba, que chivaba como un defensor de Excursionistas, y trabada por el señor de la derecha, que roncaba como un idem; confié ingenuamente en que mi media naranja, si pudo hacer un master en USA, podía localizar un frasquito de Ibuprofeno tamaño apto para aviones (que EL me había dado “por las dudas” esa misma tarde) en una mochila –su mochila. El frasquito, previsiblemente, estaba donde yo le decía que lo había puesto, pero de eso no me enteré hasta varias horas más tarde; así que sigamos por la parte en la que 2 abnegados profesionales de la salud, con cara de dormidos (un Pediatra, gracias a todos los santos, y un oftalmólogo, que no servía para mucho pero daba apoyo moral), llegaron al rescate.
El tipo me puso cara de “si pensás bajarle los 39 grados y medio con Paracetamol te deseo suerte” y se lanzó a la búsqueda de ibuprofeno líquido, que por supuesto nadie tenía, a pesar de que en el avión había más chiquitos que adultos. Finalmente luego de una búsqueda exhaustiva (recordemos que era una indecente hora de la madrugada y estábamos a varios miles de pies de altura), alguien tuvo la brillante idea de pinchar una cápsula blanda de Ibuprofeno (esas de las propagandas en las que hay deportistas musculosos, no bebés), y darle con una cucharita a ver qué onda.
Le bajó un poco, le volvió a subir, le bajó, le subió, y cuando llegamos estaba de nuevo en más de 39. Temiendo que nos deportaran por ingresar al país alguna pandemia, logramos pasar migraciones poniendo cara de inocentes, y recuperar el equipaje que contenía la salvación: el antibiótico que EL también me había dado, también por las dudas, también esa misma tarde.  Porque resulta que la pioja, ya que tenía pensado enfermarse en vacaciones, por lo menos tuvo la delicadeza de despertarse esa misma mañana con 37.4 y permitirme hacer una escapadita preventiva al consultorio, que es el programa que todos queremos hacer el día que nos estamos yendo de vacaciones, sobre todo si no tenemos las valijas listas. No me envidien.
Si algo aprendí en este año y medio que llevo de madre es que los chicos, si lo que tienen no es grave, se recuperan muy rápido. Lo que a mí me lleva una semana de sentirme para el culo,  a mi hija le toma 3 horas de siesta (claro, ella no está aparte corriendo atrás de nadie, ni cambiando pañales, ni bancándose a mi jefe, en definitiva no tiene mucho más que hacer aparte de combatir al virus o bacteria que la molestaba).  Cuestión que entre el antibiótico, el ibuprofeno milagrosamente hallado en la misma mochila donde unas horas antes no estaabaaaaaaa, y algunos pufs de Ventolín (sí,  pintó darle también Ventolín ¿y qué?, si la piba me empezaba con broncoespasmo antes que yo pudiera darme una ducha, me ponía a llorar ahí mismo. Y no le encajé también reliverán y sales de rehidratación porque me frenaron); la fiebre empezó a bajar y no volvió a subir y todo siguió su curso normal. Y mi tesorito volvió a romper los quinotos duro y parejo, saludablemente, el resto de las vacaciones…


martes, 5 de marzo de 2013

Vacaciones. ¿Un merecido descanso? Por EL.



Para mi, estas vacaciones fueron especiales, tristemente especiales, por lo inentendible de ciertas cosas de la vida.
Inexplicablemente la playa estaba llena de mariposas, como nunca antes; nos seguían a donde fuéramos o creíamos que así era. Sumando color y movimiento a una de las puestas de sol más increíbles que ví en mi vida. Siempre buscando el destello de luz verde, cuando se esconde febo; en busca de la garantía de la felicidad eterna. Sólo por imaginártelo o por un efecto óptico, qué fácil, qué bueno!
Disfrutar de los atardeceres, de los colores del cielo, de la charla (mate por medio), de la felicidad (sin rosca) de los chicos. Es increíble, con que poco sos tan feliz. ¿Poco? Es el placer de las pequeñas cosas. En vacaciones, podés sacarte de encima, todos los temas que te atosigan durante el año (o te olvidás de a ratos), te permitís levantar la mirada, y disfrutar del efecto del viento en un árbol. O mirar el horizonte. Obvio el enviroment colabora. ¡La naturaleza!
Ver a mi hijo mayor, pelear con las olas o bajar un médano con su tabla. La chiquita jugar con la arena o correr locamente a la orilla, 200 veces por día (lo que implica que yo también lo hice, como su guardaespalda); o comer galletitas llenas de arena (¿cómo hacen, no les molesta?).
Las consultas playeras, esta vez, se limitaron a:
-¿Qué le pongo para esta picadura?
-Se le hinchó un ojo, ¿es grave?
-¿Por qué no pueden comer carne picada los bebés, y el asado no hace falta que esté duro como una zapatilla?
-¿Qué pensás del protector solar en aerosol?
-¿Cuál es tu opinión del protector contra aguavivas?
-Una amiga de mi mujer, la llamó porque la beba tenía mucha fiebre, para ver qué pensaba yo o sea EL. ¿Y yo qué podía decir? ¿Seré la reencarnación de Sai Baba y todavía no me enteré?
Y ya que estamos todos, poné los ñoquis. Mi chiquita clavó 39 sostenido durante varias horas, sin respuesta a los antitérmicos, con lo cual yo ya me veía el peor panorama, sepsis, meningitis, etc, etc. Tres días seguidos de fiebre, sin un mísero moco. Ay, mi deus! Lejos de casa y de la medicina a la cual estoy acostumbrado. ¿Qué hago? ¿Me tomo un avión y me vuelvo a Buenos Aires? Por suerte para contrarrestar mi locura, está mi mujer, también médica (¡otra especialidad, por suerte para la economía del hogar, Je!), pero mucho más tranquila (el yin y el yan). Empecé por lo más básico, ir a la guardia con un frasquito de orina, ya recolectado. Al vernos entrar al consultorio la Pediatra, sonrió y nos dijo ¿ya juntaron el pis? Tras la explicación necesaria (padre Pediatra), se dio cuenta que no estábamos tan chiflados, y coincidió con mi decisión. ¡Menos mal!
Y finalmente era, como no podía ser de otro modo, la Sexta. Ufffffffff! Volver al disfrute de las vacaciones.
Mirando el horizonte, en un momento que el resto de la flía estaba en algún otro menester, viviendo una tranquilidad que me transportó a un estado zen, empecé a sentir como un alivio, mis pies se levantaron del suelo (arena), y empecé a comprender algo de las vacaciones. Siendo sintético, sin delirar demasiado, y ahorrándonos que mis hijos son lo que más quiero y me importa en la vida, no podemos disimular que estar a cargo de ellos 24hs, por lo que duran las vacaciones, es por lo menos una tarea titánica. Al punto que uno se plantea si es un verdadero descanso. En el momento de la vuelta al laburo, no sabés si estás triste o contento; y fácilmente podemos enunciar los “por qué”, de cada sensación. Pero en mi estado de elevación, me pareció escuchar lo que pensaban mis pequeños: “no los aguanto más”, “¿cuándo me los saco de encima?”, “¡que hincha pelotas que son!”, “prefiero estar en las escuela, antes que bancarme a estos densos”. Y con este estado de iluminación, logré darme cuanta que es difícil para todos. No sólo para nosotros. Con lo cual subí un escalón en la comprensión de mis chiquitos. Por un momento, creo haber logrado un estado de espiritualidad; que no es poca cosa.


Para Pao, te vamos a extrañar mucho.

jueves, 27 de diciembre de 2012

Las Antivacaciones. Por EL y Mami.


Después de un año de mucho laburo, llegan las tan ansiadas vacaciones. Uno está desesperado por llegar a este momento en el cual, absolutamente engañado por los mecanismos de la mente, cree que va a descansar y disfrutar como nunca y todos los problemas del año quedarán sepultados, por esta construcción fantasiosa. En primer lugar, para los profesionales independientes, se nos vuelve todo un tema, porque hay que pagar lo que uno supuestamente va a disfrutar, y todo lo que queda en Buenos Aires (los fijos habituales, incluido el consultorio), y obviamente no entra un mango. Con lo cual queda un tomuer importante, que de alguna manera siempre se paga.
Se acercan las fiestas, el turrón, las calorías, la  lucha para que mi pulga no se tire encima del arbolito de cuanta casa visitamos en todo el mes…y las tan esperadas y temidas vacaciones.  No sólo el blog se toma unas vacaciones, sino que nosotros también partimos por unos días buscando horizontes con menos piquetes y menos jefes. Y lo que hasta hace no tanto tiempo (aunque parece de otra era geológica) era una ocasión para el absoluto relax, hoy es una receta para el absoluto caos. Lo que antes era “el día anterior preparo un bolsito y si me falta algo lo compro allá” hoy es “falta un mes y medio para irnos y ya estoy estresándome pensando en cómo voy a hacer para que en las vacaciones mi beba no se insole, no se indigeste, no se aburra, no se le cambie el sueño, no se me pierda en un aeropuerto, no coma demasiada arena y no me haga rogar volver a la oficina”.
El primer paso es lo concerniente a los preparativos. En mi caso particular, mi mujer se encarga de la valija de ella y de los chicos; y a mí me toca meter algo de ropa y un botiquín, que podría servir para  pasar un mes en el Amazonas, amenazado por alimañas y animales a los que solo Indiana Jones sobreviviría. Toda la papelería también queda bajo mi dominio, más el tema “auto”, que realmente no es mi fuerte. Después de un año de desprecio absoluto por el vehículo, me acuerdo el día anterior que, como debo llevar a la flía a la ruta, resultaría prudente controlar las cubiertas. Obviamente siempre están bajas y desparejas; y como ya no hay tiempo de soluciones reales, les pongo aire a full y que aguanten. Como buen Pediatra, lo que siempre está impecable son sillita y suplementos para niños. Y acá no es joda, no salgo de casa sin chequearlo.
Por suerte, por lo menos este año coincidimos con EL en el período de vacaciones. Juro que es casualidad, aunque mi marido dice que si EL hubiera decidido irse en junio, yo cancelaba todo y tiraba 6 meses  más con tal de no volver a quedarme otra vez “despediatrada” en Buenos Aires. Yo me hago la superada y digo que nada que ver, que soy perfectamente capaz de sobrevivir 15 días con el pediatra suplente; pero la verdad que me acuerdo de lo que EL “me” hizo el año pasado y me dan ganas de llorar. No sólo se fue en otro momento, haciendo que los períodos de orfandad fueran dos (cuando EL estaba de vacaciones, y después cuando me fui yo); sino que ni siquiera tuvo la delicadeza de irse a la costa argentina, donde ante cualquier eventualidad yo hubiera podido enfermarle el cerebro con mails, chats y llamados. El muy ingrato cargó a toda su familia, apagó el celular, tiró bomba de humo y se metió 3 semanas en un barco en el medio del océano!!! Obviamente dejó un suplente del que me recitó todas las virtudes antes de irse; y obviamente al suplente no lo llamé ni media vez ¿qué se creé? ¿que a mí me arregla con cualquiera?
Ahora empieza lo jugoso. Durante el mes previo a mi salida, todos los padres me preguntan en caso de necesidad, a quién deben concurrir (pregunta superlógica, diría el Indio Solari). Y otros a manera de chiste (pero todo chiste se basa sobre una realidad inexpugnable) me dicen: ¡espero no tener que llamarte durante tus vacaciones! Y esta es de las respuestas mías, que más placer me generan: ¡No creo que puedas hablar conmigo, porque son mis vacaciones, y no voy a estar disponible! Tomááááááá! Te lo dije, in your face! Y volviendo a una conducta un poco más polite, les digo: “en la casilla de mensajes de mi celular dejo el teléfono del Dr. Pirulo, que es un excelente médico (y realmente lo es, porque si no, no lo dejaría al cuidado de mis pacientes). El mensaje dice claramente, comunicarse con el Dr. Pirulo, en caso de urgencia. Y nuevamente volvemos a una disquisición filosófica sobre la palabra URGENCIA. Para un Pediatra una urgencia es una convulsión, un cuadro febril de difícil manejo, un broncoespasmo, etc. Y definitivamente no lo es, un certificado de aptitud física, la elección del protector solar, corroborar si el Nestum de maíz se puede dar a los 7 meses, la gran preocupación de los padres durante el asado, LA MORCILLA, etc., etc., etc., etc., etc., etc., etc, etc.
Obviamente una de las (millones de) cosas que cambian cuando tenés un hijo es la elección del destino de las vacaciones. Cuando estaba sola, me prendía al plan con amigas que más me divertía; cuando conocí a mi marido, emprendíamos viajes en auto por algún país interesante, parando dónde queríamos, comiendo cuando teníamos hambre y eligiendo el hotel sobre la marcha. Ahora, con pulguita 1 en pleno terremoto de año y medio y pulguita 2 en camino, la elección del lugar de vacaciones se vuelve tema de conversación alrededor de mayo, y conlleva múltiples elucubraciones sobre dónde es menos complicado sacar a pastar al monstruo. Por supuesto, los viajes en auto quedan completamente descartados, y el hacernos los hippies y comer y dormir cuándo, dónde y lo que pinte se transforma en una utopía. Las opciones para irte de vacaciones con niños sin divorciarte, psicotizarte, o terminar vendiendo al pendejo en el intento son llamativamente pocas, llamativamente burguesas….y llamativamente caras.
¿Pero Uds. creen que esto termina acá? ¿El tipo baja la cortina del consultorio, sale de vacaciones y se terminaron los pacientes? Error! EL vive permanentemente la Pediatría, a cada instante. Porque no lo puede evitar, quiera o no. Me voy de vacaciones a un destino donde está lleno de compañeritos de escuela de mi hijo mayor. Con lo cual diariamente recibo consultas sobre fiebre, picaduras, eczemas, quemaduras de sol, uñas encarnadas, de los amiguitos de mi primogénito. Y obviamente de sus hermanos y cada tanto de sus padres. Y todo de onda, 100%, buena onda. Cada tanto algún copado, me invita un asadito ¡ya que me sacaste de este apuro! Pero la máxima fue el verano pasado: ni bien entro al edificio, me cruzo con una cara conocida, que me abraza y me larga todo un speach: “yo soy amigo de Fulanito, te estaba esperando, no sabés lo que me paso! Bla, bla, bla. Y no confío en los sanatorios de acá, no veía la hora de que llegues”. Casi sin dejar las valijas, abandonando a mi mujer e hijos porque este monstruo me arrastraba hacia su departamento para ver a su chiquito, me encuentro en un fastuoso hogar rodeado de caras que nunca había visto. Reviso al niño, que obviamente no tenía nada importante, y la madre le dice al padre (quien me arrió cual ternero descarriado) “preguntále cuáles son sus honorarios” (¿y por qué no me lo dice directamente a mi? ¿Ésta no habla con la plebe? ¿el dinero es un tema que a ella no le concierne?) Entonces recibo la pregunta: “¿Qué te debo?” ¿Y el boludo que contesta? Nada, no te preocupes, cualquier duda estoy en el departamento 602. Vuelvo a casa con mi familia que había quedada sepultada debajo de las valijas, y mi mujer me dice: “contame. ¿Qué pasaba?”; le cuento la historia, y para terminar de ponerme el disfraz de salame, me dice “¿sabés quién es? Pepito, vive en el Chateau de Libertador”. Y yo gratis, sin cobrar ni un asado, porque no es amigo. ¿Pensás que me trajo a una botella de vino al 602? ¿Haberlo atendido en cortos, desvaloriza la consulta?
Genial, ya decidimos a dónde nos vamos, hicimos terapia individual y de pareja para poder tolerar el régimen 24/7 con nuestro adorable demonio de Tazmania, fuimos al consultorio de EL a pedirle con lágrimas de despecho en los ojos que nos diga a quién recurrir en su ausencia y a qué ignoto sanatorio del destino vacacional salir disparados si pasa algo, y pateamos para adelante o le encajamos a otro todo tema laboral que debía ser resuelto antes de nuestra partida. Ahora sólo falta hacer la valija. Fácil. Solamente hay que poner ropa abrigada y ropa livianita (nunca se sabe con este clima tan cambiante), todo en múltiplo de 3 de la cantidad de días que nos vayamos, por las dudas que se enchastre; las cosas de “tocador” del bebé (que te ocupan media valija), cosas de comida, también del bebé y también por las dudas (te ocupan la otra mitad y si te las agarran en la Aduana te las confiscan, te multan y con un poco de suerte vas en cana y podés descansar en serio durante las vacaciones); y ahí más o menos ya estamos…ah, no…falta el “botiquín” del pequeñito. Yo, que antes viajaba con los anticonceptivos y un Tafirol (vencido); ahora tengo que transportar por el mundo un surtido medicamentoso digno de un hospital de campaña, no vaya a ser cuestión que le agarre algo y yo no consiga la única marca de Ibuprofeno que logro que mi beba no escupa. Y allá vamos, bebé, papá y yo acompañados de Ibupirac en 2 presentaciones, Termofren, jeringas sin aguja para que tome el bendito antitérmico, termómetro digital y de mercurio, reliverán niños, 2 aerocámaras por si una se rompe, el remedio del broncoespasmo, el otro remedio del broncoespasmo, el tercer remedio del broncoespasmo, la pastillita amarilla que hay que darle día por medio, el Fluor aunque sólo tenga 2 dientes, el otro cosito ese que no me acuerdo para qué servía, el hypersol para los mocos, el hipoglós por si se paspa, y la otra crema, esa con vitamina nosecuánto por si se paspa más, el antihistamínico por si se brota y algunos frasquitos más que hay en el estante del armarito del pasillo, que no me acuerdo qué son, pero para algo los habré comprado. Menos mal que sólo “descansamos” una vez al año!!!!!
¡Qué tengan unas buenas vacaciones, y nos leemos en marzo!

jueves, 20 de diciembre de 2012

Sociales y Antisociales. Por EL


Un temita no menor es: Los Médicos y las Obras Sociales. Según los Pediatras que están de vuelta, los jóvenes se mueren por entrar en ellas, y los grandes se mueren por abandonarlas. Por los bajos honorarios (que consideran apropiados los grandes gerenciadores de esta peste que destruyó a los galenos argentinos), la consulta se ha vuelto una picadora de carne. Muchas veces los padres se quedan con ganas de desplegar el archivo de Word repleto de preguntas, que prolijamente guardan en su smartphone; Y en otros casos a los Pediatras nos quedan cosas en el tintero, por este rash (por veloz, y no por erupción cutánea) medicinal.

Y no nos olvidemos que, nosotros los Pediatras, para algunos padres, somos un especie de Semi-Díos; según palabras de ellos: “deposito lo que más quiero en vos”, “me generás una confianza y tranquilidad enormes”, “me siento super contenida”, “cómo la envidio a tu esposa, que te tiene todos los días en su casa”, “bla, bla, bla”. Pero el día que cambian de laburo y por ende cambian de Obra Social o Prepaga (y no figuramos en su cartilla), todas esas palabras se las lleva el viento. Y ante la negativa, a la pregunta obvia: ¿atendés por Swiss Medical?, se olvidan de la contención, de la tranquilidad, de la confianza, de la envidia a mi esposa…. y buscan a otro Pediatra que les queda cerca de la casa o es el Pediatra de Cami, Luli o Santi, y chau, fuiste. No existís más. ¿Entonces de quien son pacientes los chicos? ¿Del Pediatra o de OSDE, Galeno, Swiss Medical, etc.? Porque no vaya a ser cosa que tengan que pagarte la consulta. ¡Por favor! ¡Cobra 200$, un afano! Pero después van a la Pelu y se tiran un quiñones (500 mangos) en la cabeza. Esa sí es guita bien gastada.

Otro tema psicotizante para los Pediatras es el tema de los turnos. Si el turno es a las 15:40, por qué llegan 16:30??? ¿Qué parte no se entendió? ¿No es claro? 15:40 es 15:40, no la hora que te pinte. Podría hacer una lista de excusas que he recibido, desde probables y creíbles, hasta las más inverosímiles:

-“El tránsito está tremendo” (Pensamiento de EL: salí con más tiempo, ¿pensás que los demás vienen en helicóptero?)

-No conseguía lugar para estacionar. (Pensamiento de EL: hay un estacionamiento a una cuadra, el del shopping no te molesta pagarlo)

-Tuve que ir a buscar al hermano al cole (Pensamiento de EL: ¿y? ¿Le cambiaron el horario? ¿No sale todos los días a las 16:30?)

-Tenía turno con el obstetra (Pensamiento de EL: ¡y a mí que me importa!)

-El nene estaba durmiendo la siesta y no lo quería despertar (Pensamiento de EL: gorda, vos también estabas apolillando, tenés toda la cara marcada de la almohada).

-No lo podía sacar de la pileta (Pensamiento de EL: ¡me estás jodiendo!, decime por favor que me estás jodiendo)

-Me equivoqué. Pensé que era a las 5:30, no a las 15:30. (Pensamiento de EL: ¡ah, te confundió el 1 del principio!  ¡Pensaste para qué lo habrán puesto!).

Y ni hablar cuando empiezan a matar familiares por el camino. Encima quieren que te sientas culpable, porque te ponen de manifiesto lo importante que es para ellos la consulta con EL, que a pesar de la desgracia que están viviendo, no dejan de concurrir al momento más sagrado de conexión con la espiritualidad, que los acerca al Nirvana. La voz tántrica del Pediatra que sirve de medium entre los Padres y el ser querido que anda paseándose por la autopista de los espíritus (¿Será un kilombo el tránsito allá, como acá abajo? ¿Tendrán autopistas de dos pisos?).

Y mucho peor es cuando sacan turno y no van. Y tal vez son tres hermanos. Entonces el pobre profesional se tiene que fumar los 60 minutos, de clavo, y la mami no tuvo ni siquiera la consideración de llamar y avisar. Porque la misma mina cuando tiene que suspender terapia, lo hace con el tiempo suficiente para que no le cobren la sesión. Entonces ¿por qué el salame del Pediatra tiene que bancarse esto? Porque es Pediatra, se dedica a los chiquitos, entonces es bueno y comprende.

viernes, 14 de diciembre de 2012

Las Batiseñales. Por Mami


Cuando tu chiquitín tiene algo grave (por ejemplo, mocos) y tenés que convocar a TU Pediatra al rescate, podés tener 2 potenciales conflictos: el primero es no tener suficiente acceso; esto es lo peor que le puede pasar a  una MPC, si vas a la consulta prenatal y el potencial ángel de la guarda no te dá su celular, nunca vayas a una segunda consulta. Punto, sin discusión. El segundo, es tener demasiado acceso. EL nos dio de movida su celular, el teléfono del consultorio y su mail, y un poco más adelante, luego de haberle demostrado que tengo una mínima cuota de ubicación, me dio también el bien más preciado de mi maternidad: su PIN de blackberry. Hasta ahí todo fantástico, sé que lo puedo ubicar cuando lo necesite; pero el problema se genera cuándo te dás cuenta que todos esos datos personales no venían con manual de uso -y abuso!.
Me explico: la mayoría de las madres comprendemos que ese señor, que es todo para nosotras, también tiene una familia, otros pacientes, amigos, y capaz hasta ganas de mirar tele un rato  sin que nosotras lo estemos acosando. Por eso, comprendemos que si el nene está paspado no es necesario llamarlo, y si no puede respirar sí es necesario llamarlo. Pero entre una paspadura y una insuficiencia respiratoria hay un sinfín de situaciones que, simplemente, y por más que pongas tu mejor buena voluntad, te dejan perpleja. Confieso que he pasado horas preguntándome si un determinado síntoma de mi beba ameritaba una comunicación; y en caso afirmativo, si correspondía un chat, un mail, o un llamado (porque obviamente cada uno tiene diferente fuerza intrusiva). EL, que es un sol, siempre me dice “es preferible una consulta de más que una de menos”, pero yo estoy convencida de que lo dice porque es buena gente y que la realidad es que el 98% de las consultas que le hago le parecen totalmente improcedentes.
Y en el fondo, salvo las primeras semanas del bebé, que no sabés ni para qué lado va el pañal (y por algún extraño motivo creés que EL es el que tiene que solucionarte todas las dudas, por más que no tengan nada que ver con la salud física del vástago); la realidad es que después, cada vez que le vas a hacer una consulta, medio que ya sabés qué te va a contestar: “dale termofren/ventolín/reliverán y controlala. Si no le baja la temperatura/sigue agitada/sigue vomitando llevala a la guardia y avisame. Si querés que la vea estoy en el consultorio a partir de las equis”. Y sí…ya sabés que te va a contestar eso; ya sabés que le interrumpiste lo que sea que estuviera haciendo cuando le mandaste tu mensaje intrascendente; ya sabés que piensa que sos subnormal por no poder darle un Mejoralito al chico sin SU aprobación. Pero no podés evitarlo, NECESITÁS sus palabras. Invariablemente, una vez que te contesta lo que ya sabés que te iba a contestar, te sentís más huérfana que antes, porque seguro que esta vez es diferente, seguro que  a tu primogénito le salió un grano en un lugar levemente diferente de todas las otras veces, y si él supiera la exacta ubicación se daría cuenta que es peligrosísimo y te daría más bola. Pero en ese momento ya te dá vergüenza volver a escribirle, hacés de tripas corazón y observás a tu albóndiga humana compulsivamente hasta que se le pasa o tiene otro síntoma, por más sutil que sea, que te habilita a abrir la línea con EL otra vez.
Otro problema que tenés cuando finalmente decidís llamar al superhéroe del estetoscopio, es cuánta información pasarle y cómo clasificarla. Tratás de ser sintética para mantener su atención hasta que vos termines de describirle el síntoma; pero al mismo tiempo le querés pasar suficientes datos como para que pueda identificar por qué esta caquita floja en particular justifica que lo llames a las 11 de la noche de un domingo.  Para esto, los medios de comunicación modernos pueden parecerte muy útiles pero no dejan de ser un espejismo. Admito que le he mandado una foto a un pañal particularmente dudoso, o a una manchita en la piel; y en ninguno de esos casos EL me dió pelota. Y está bien que así sea…si TU pediatra te diagnostica al pibe basándose en una foto de blackberry, salvo que sea una fractura expuesta, cambiá de pediatra. Urgente.
Por otro lado, no olvidemos que lo que para nosotros es “el nene tiene tos”, para ellos no significa mucho. Porque resulta que hay unas 37 variedades de tos diferentes, que significan otra tanta cantidad de cosas. Con lo cual, la respuesta va a ser más o menos la misma que antes, saltándose la parte en la que le dás alguna pavada (termofrén, ventolín o reliverán) para sentirte útil y bajar la ansiedad hasta que te decidís a hacer lo que tendrías que haber hecho en primer lugar: llevárselo al consultorio para que él mismo te diga que no tiene nada y que para qué le hacés perder el tiempo por una tos pedorra.
Igual no te preocupes, esta sensación de indefensión que enfrentás cada vez que le tenés que transmitir a TU Pediatra qué le pasa a tu tesorito, va mejorando con el tiempo. Después de unos meses o años –dependiendo de cuán sano sea el bebé- unas cuantas visitas a la guardia, algunas consultas con Especialistas y, por qué no, alguna corta visita al ala de internación pediátrica de algún coqueto sanatorio, vas a poder decir sin trabarte palabras como “hepatomegalia”, “taquipneica” y “atelectasia”. El siguiente paso es poder introducirlas en una oración con sujeto y predicado, y que la misma tenga sentido. Y ahí, solo ahí…vas a estar acercándote a que a EL le parezca información marginalmente valiosa lo que vos sos capaz de transmitirle. Hasta tanto, resignate a que te mande a darle Termofren y se olvide de vos a los 5 segundos.
Y ahí, cuando EL empieza a considerarte un ser humano, empieza otro problema, el de la autodeterminación. EL ya te conoce, confía relativamente (y vaya uno a saber por qué), en tu criterio; asume que sos capaz de mantener al pequeño con vida y en aceptable salud y que viste los síntomas la suficiente cantidad de veces como para entenderlos. Y así, de golpe y sin mucha preparación, te delega alguna decisión. Convengamos que no va a ser ninguna muy trascendente, pero vos te hiperventilás igual. La escena se desarrolla más o menos así: vos le escribís o lo llamás y le decís que tu tesorito tiene, por ejemplo, diarrea. EL, sin anestesia te dice: “Fijate que no se deshidrate, y si tiene mucha diarrea llevalo a la guardia”,  ahí te sentís completamente en bolas y entrás en pánico, porque no es una indicación concreta y precisa. Te preguntás qué le hizo pensar a este señor que vos estás capacitada para discernir si un chico está deshidratado (aunque te repitió hasta el hartazgo los signos de la deshidratación, cada vez que le martillaste el cerebro porque el nene te hacía caquita floja). Pero por otro lado, como buscás la aprobación de EL más de lo que buscabas la de tu papá a los 8 años, no querés declararte incompetente, y ahí te plantificás al lado del chico, a mirarle la lengua cada 4 segundos para comprobar que todavía tenga saliva; y hacés una encuesta on line para tratar de llegar a una respuesta uniforme sobre cuánta diarrea es “mucha”.

jueves, 6 de diciembre de 2012

Maxwell Smart(phone). Por EL


Un nuevo tema ha surgido con el devenir de los avances tecnológicos: el atosigamiento ya no es sólo por teléfono y mensaje de texto. Y acá abro un paréntesis porque el SMS lo vale ¿a qué mente privilegiada se le puede ocurrir que  un pobre Pediatra puede hacer medicina por esta vía? Días atrás el padre (¡padre tenía que ser!) de una paciente, una beba de 11 meses, me cuenta por “mensajito” (porque es pediátrico), que la hija estaba descompuesta, y quería saber qué le podía dar de comer. Obvio estamos salteando el interrogatorio para determinar qué quiere decir “descompuesta”: ¿hizo una vez flojo o 240 veces en el día? ¿tiene fiebre? ¿tiene vómitos? ¿tiene sangre en la caca? ¿hace bien pis? ¿cómo están las mucosas?; y ni hablar del examen físico. Pero sin detenernos en esos detalles, ¿se te ocurre que me voy a poner a mandar 35 mensajes de texto para completar la bendita lista de alimentos astringentes? Y ya que estamos, una pregunta filosófica, ¿es justo que el pobre (en el sentido más amplio y abarcativo) Pediatra tenga que pagar los mensajes que le debe enviar a los padres de los pacientes? Mandame por lo menos un whatsApp, mínimo!

Volviendo a la tecnología y su avasallamiento de Pediatras. Para descongestionar un poco el teléfono, y que no me agarre un tumor cerebral, por tener el celular pegado a la oreja todo el día, me compré un smartphone. Y empecé a decirle a los padres de mis pacientes que para las urgencias me llamen al móvil, y para preguntas que no sean de vida o muerte (entre nos “preguntontas”) me manden mail. ¡Madre mía, qué puerta he abierto! ¡Satanás se aprovechó!

Ahora los padres no solo me hacen cualquier tipo de pregunta, sino que además me mandan fotos de los granitos que le salieron en la cola al nene, de la caca del bebé, videos de la respiración mientras duerme, de los primeros pasos para ver si va a ser chueco o si tiene el centro de gravedad bajo como Messi, etc., etc., etc. Y cuando les decís que no podés definirlo por ese medio, que por el momento la medicina se hace LIVE -en VIVO-, que necesitás ver a la criaturita; resulta que lo que parecía una cuestión límite, pasa a ser algo menor, ya que “hoy no sé si voy a poder ir al consultorio porque Pirulín tiene un cumple, y es del mejor amigo y no puede faltar”. Pero si hasta hace 2 minutos daba la sensación que se venía el Apocalipsis, se iba a cumplir el fin del calendario Maya, 2012 FIN DEL MUNDO!!!

Y pensar que un médico del hospital donde me formé, atendía el teléfono (del consultorio) de 14 a 15hs para responder preguntas, y las FACTURABA. Y yo… el sábado, después de un copioso almuerzo, metido en la cama tapado hasta el cuello, aprovechando que mi hijita se había dormido y que el mayor ya está en edad de jugar 20 minutos sin quemarme el bocho, en un momento de pérdida transitoria de conciencia recibo un llamado de una mami -no primeriza- para preguntarme qué hacía con la nena de 4 años que tenía piojos “y antes de ponerle cualquier producto quería hablar con vos”. ¡¡¡¡¡¡¡Sábado 14hs!!!!!!! ¿Puede ser? ¿Es posible ser tan desubicada? ¿Soy yo el qué genera esto? ¿Si le contesto mal soy un insensible? ¿Y después quién se la banca a mi esposa, que pobre mujer (después de ser madre y profesional toda la semana) tenía la intención de dormirse una puta siesta de 30 minutitos? ¡My god!

Otra que me viene cual flashback: Domingo 20hs, al borde del suicidio dominical, “Doc estoy poniendo la sillita en el auto, ¿cómo era? ¿hasta los 9 kilos va mirando hacia atrás? Perdoná que te lo pregunte hoy, pero después en la semana se me complica”. ¡Y a mi qué carajo me importa tus complicaciones de la semana! ¡Flaco, domingo a la noche! ¡Dejame vivir en paz, por favor!

Yo me pregunto, ¿qué pasaría si los Pediatras tuviésemos un 0-600, y los padres tuviesen que pagar por minuto las consultas telefónicas? ¿Disminuirían? ¿Filtraríamos las preguntontas? Cuando yo les digo que por favor me llamen para saber cómo evoluciona el/la chiquito/a de un cuadro que reviste cierta gravedad ¿estoy dando un free pass, para que me llamen por cualquier pensamiento/reflexión/conjetura que se les pase por la cabeza? ¿Es lo mismo un bebe de 3 meses de edad con 39 grados de fiebre, que un adolescente con acné? ¿El huevo o la gallina? ¿El chancho o el que le da de comer? ¿No por mucho madrugar se amanece más temprano? ¿A caballo regalado no se le miran los dientes?

viernes, 30 de noviembre de 2012

Mami. Por Mami.


Más allá de estar plenamente convencida de que EL es el mejor pediatra del universo, los motivos por los que lo elegí y lo conservo no se limitan a lo estrictamente médico. Lo elegí, además, porque cuando lo conocí en la charla pre-parto me hizo reír; y lo conservo, además, porque nunca, jamás, en ninguna circunstancia, me dijo “mami”.
Ok, yo entiendo que nosotras no nos pasamos una cantidad de años estudiando cosas dificilísimas y palabras impronunciables, que no dormimos nunca en la guardia de un hospital público, que no sabemos la diferencia entre ibuprofeno y paracetamol (salvo que uno hay que dárselo cuando tiene más de 38 y el otro cuando tiene menos, o al revés); pero eso no necesariamente nos convierte en idiotas. Los ejércitos de mujeres que día a día nos sentamos frente a los escritorios de los Pediatras y Especialistas con el alma en un hilo para escuchar sus sabias palabras, y echamos raíces durante  interminables horas en sus salas de espera para que ellos, dioses del Olimpo, le toquen la pancita a nuestro bebé, somos en su mayoría por lo menos, seres pensantes. Es más, muchas somos profesionales, hicimos otras carreras en las que estudiamos cosas casi tan embolantes como las que estudiaron ellos, tenemos trabajos en los que damos instrucciones que otros acatan (no deberían, por lo menos en el puerperio), y somos capaces de leer un termómetro de mercurio sin colapsar. En resumen, estamos más o menos en el mismo eslabón de la cadena alimenticia que ellos (decir que somos de la misma especie sería mucho) ….entonces… ¿por qué?, ¿por qué?, ¿por quéeeeeeee nos tratan como a descerebradas????.
Ok, admito que en ocasiones nos comportamos como tales, pero muchas veces es porque ignoramos cosas que para ellos son básicas, pero nosotras no tenemos por qué saber!!! Yo soy abogada, y creo que si le preguntara a alguno de los Especialistas cuál es la diferencia por ejemplo entre un recurso administrativo y uno judicial, harían agua igual que yo cuando ellos me dicen que hay que hacerle una “esofagogastrointestinal” a mi pulga, y no me dán ningún dato sobre qué vendría a significar eso.
Y la apoteosis del tratamiento condescendiente que nos dispensan los Pediatras y Los Especialistas, es la alocución “mami”, que va indefectiblemente delante o atrás de cualquier indicación, pregunta o comentario que nos dirijan. “Sacale la remerita, mami”, “mami, cuántas veces hizo caquita floja?”, “mami, dame la credencial que te hago una recetita”, “escuchame, mami, 2 gotitas por cada kilo del bebito, acordate, 2 gotitas, si pesa 8 kilos cuántas gotitas son?” 16!! Son 16 gotitas! No puedo diagnosticar el reflujo, pero la tabla del 2 te juro que la sé! Y puedo comprender el concepto de “2 gotitas” sin que me lo taladres. Es enervante, puedo bancarme, haciendo un esfuerzo, el abuso del diminutivo (los que son chiquitos son los pacientes, no necesariamente los sustantivos), pero el “mami” es más fuerte que yo, me brota.
Repito que EL es un “anti-mamista”…no te larga un “mami” ni a ganchos, lo cual contribuye mucho a que yo le pueda prestar atención al resto de lo que me está comunicando; pero ponéle que TU Pediatra muerde banquina y te trata de “mami” cada tanto…qué sé yo…medio que se la podés perdonar. Después de todo, si vos lo llamás a las 9 de la noche para decirle que te vas a Punta y querés saber si tu tesorito puede ser alérgico a las aguas vivas, lo mínimo que te merecés es que te diga “mami”. Pero cuando vas a lo de un especialista (ya hablaremos de ellos) es mucho peor, porque ahí no hay confianza. El flaco te vé una vez cada tanto y se cree con derecho a “mamiarte”.
No sé, capaz piensan que nos gusta, que como la maternidad es la plenitud de la mujer y todo eso para nosotras es un honor que nos digan “mami”. No podemos negar que el “mami” tiene (o tenía, antes de los 8 kilos mal distribuidos de los que hablábamos en el post anterior) una connotación de piropo albañileril, así que si andás muy necesitada de reafirmación podés interpretarlo como que te está diciendo que todavía estás buena. Pero a mí me suena a ninguneo.
Y ni intentes tratar de neutralizar el “mami” con un “doc” o algo así; porque te juro que les gusta!!! En donde les mandás un “doc” es clavado que el flaco se empieza a hacer el banana, te habla en tercera persona y ahí sonaste, la consulta se fue al tacho y no podés registrar una palabra más de lo que te está diciendo. He tenido que hacer ejercicios de respiración controlada para poder mantener el foco durante una conversación con especialistas mamieros, repitiendo el mantra “lohagopormihijalohagopormihijalohagopormihija”
No pretendo que me llamen por mi nombre –aunque si saben dónde queda el fémur deberían poder retener durante 10 minutos el nombre de la persona que tienen enfrente- pero, ¿no me pueden decir “señora”, “señorita”, “che”, “vos”, “flaca”, “gorda” o  cualquier otra cosa??? O, ¿por qué no?, simplemente “tenela así la ausculto”, sin aditivo alguno.

sábado, 24 de noviembre de 2012

El Pediatra y Los de Fuego. Por EL


Así como está Sandro y “sus nenas”, está el Pediatra y “sus mamis”. Podés ser alto, bajo, gordo, flaco, fachero, un espanto, con onda, un cero, pero siempre vas a tener un club de fans. Y en el momento que lo notás, pensás que sos un banana, el tipo más canchero del mundo. Ves un Pediatra en ese momento de su vida y se cree John Travolta en “Fiebre de sábado por la noche” (y si sos un toque más moderno en “Pulp Fiction”, ¡que peliculón!); le crece la solapa del saco, los pantalones se le hacen Oxford, se le desprenden unos botones de la camisa, baja lo bola de espejos, y sí señor, hasta te hace el pasito con el dedito arriba-abajo -o si es un grande de verdad, baila como en la escena con Uma Thurman: Pediatra que baila bien, y si encima cocina, hace un desastre!

Cuestión que el tipo se dá cuenta que tiene “onda”, y pasa a usar camisa de manga corta, obvio adentro del pantalón pinzado y con unos buenos náuticos -mi dios, qué pancho! Pasado ese momento, más de Johnny Allon que de Travolta, te das cuenta de que podés ponerle un poco de charme a tu look; que hay grandes diseñadores de ropa que le pueden dar un “algo” diferente. Entonces decís ¿por qué no? un pantalón de lino, una linda camisita manga corta (en el verano de Buenos Aires hace 200 grados) y AFUERA DEL PANTALÓN (¡por favor!) con un calzado acorde. Y ahí sí, querido, dejás de ser el Dr. Pancho.

Este cambio exterior, en general, está acompañado de uno interior, que se exterioriza de mil formas. Y una forma de manifestarlo es el lenguaje: en un principio, cuando El Agradable se apodera de tu persona y ante la avalancha de inseguridades, el modo es técnico, lo más preciso y medicamente correcto posible, con dificultad para exteriorizar sentimientos y sin posibilidad de exabruptos (léase malas palabras). Imagínense una charla con un adolescente que está de joda y no le interesa nada más que eso, diciéndole “debes cuidarte, no bebas alcohol, ni fumes, las drogas han sido creadas por el mismísimo demonio, cuando tengas relaciones usa siempre preservativo y hazlo sólo por amor, cuidarte es quererte, bla, bla, bla”, mientras el pibe está con el iPod a todo volumen, poniendo cara de “este salame que me va a decir a mí, si habla como mi abuela”. El contenido es súper válido, pero la forma de expresión es fundamental para hacer llegar el contenido a esa loca cabecita, que requiere otra cosa.

Y cuando un progenitor te pregunta algo que no sabés (que podés tranquilamente no saber), quedás regulando cual rastrojero, violeta de vergüenza, intentando elaborar un esbozo de respuesta, tartamudeando, al filo de decir una idiotez… pero siempre con una respuesta. ¡Qué bárbaro, mi Pediatra, sabe todo!; hasta que googlea la pregunta y quedás como un perejil atómico; y obviamente te enrostrarán el error cometido, por abrir la boca como un pez. Pero el momento de transformación, de metamorfosis, hacia la psicodelia setentosa de Jonnhy Tolengo, te encuentra canchero, mascando chicle, sabiéndotelas todas, opinando sobre todo (como “el Diego”); y en ese momento, ante la factibilidad incontrastable de Internet, te hace caer de un lugar muuuuuchoooo más alto, cual bungee jumping pero sin soga, pegándotela contra el duro asfalto. Y ese golpe acomoda un poco esa cancherez idiomática, llevándote a sacar a patadas a El Agradable y a Jonnhy (alter-egos sumamente detestables); y a empezar a procesar lo que vas a decir, desde un lugar intelectual y afectivo cierto y honesto; llegando a emocionarte por cosas lindas y feas (que las hay, y muchas). Simplemente volvés de un viaje interior, que te permite darte cuenta que no hay cosa más válida que ser auténtico, real. ¿100% honesto? De ninguna manera, porque estaría haciendo crucigramas y no dejando a 4 o 5 pacientes esperando mientras aprovecho este ataque de inspiración. ¡Chau, hasta la próxima, porque sino los padres de Sofía, me van a matar!